Dra. Valeria Ojeda
Estamos ante un momento crucial. Un cambio de paradigma se avecina, o por lo menos la oportunidad de empujar los límites de cómo entendemos un fenómeno que, hasta el momento sólo ensalzaba a la tecnología como panacea y solución de muchos de nuestros problemas. Y no hablamos del médico-robot que nos recibiría en cada hospital público, ni de las inteligencias artificiales que reemplazan trabajadores por circuitos electrónicos.
“¿Pero el pedido está bien, no?”. Esa fue la pregunta crucial mientras Ernesto estaba tirado en el piso, luego de haber sido protagonista de un accidente en su motocicleta (CABA, Julio 2019). El aislamiento por la pandemia de Covid-9 profundizó, aún en regiones como el NEA en donde esta práctica aún no se había afianzado, la presencia de trabajadores y trabajadoras del reparto a domicilio. Bicicletas y motos coparon las calles, las apps de envíos ganaron espacio en el celular, y mientras gran parte de la ciudadanía guardaba el ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio), los negocios de comida, farmacia y productos esenciales ofrecían el servicio de “delivery” o “envío a domicilio”, en buen criollo.
La tecnología, que constituye un elemento dinamizador de las sociedades y sus economías (y mucho más en este momento sin parangón en la historia de la humanidad en donde el mundo ha sido obligado a detenerse), puede también desde los dispositivos mediadores de la comunicación, convertirse en motores del “desencuentro” entre quienes proveen el producto y quienes lo reciben. En esta especie de intercambio, intermediado desde el eufemismo de una “plataforma” que nada sostiene, se desdibuja la clásica vinculación derivada del trabajo asalariado, aquella en donde trabajadores y empleadores tensionaban los extremos de la relación, y por lo tanto le otorgaban estructura al sistema. La relación salarial desaparece y por lo tanto sus componentes, y el producto asume el protagonismo “¿Pero el pedido está bien, no?”.
Un cambio de paradigma implica una revisión de las nociones desde donde entendemos la realidad. ¿Es entonces la tecnología el modo y medio desde donde se van a reconfigurar el mercado de trabajo? Podemos hablar del impacto de la tecnología en el mercado de trabajo, pero ¿a qué mercados nos referimos? ¿de qué tecnologías hablamos? ¿Qué estaremos perdiendo de vista tras la maravilla de seguir desde el celular la ubicación del moto? ¿Habremos perdido de vista acaso a la persona detrás de la caja de pizza? Esperemos que no sea tarde para habernos perdidos ya.