Vestigios del desarrollo en las concepciones del trabajo.

Vestigios del desarrollo en las concepciones del trabajo. Breve análisis de las experiencias suscitadas en la primera Diplomatura en Economía Popular en Contexto de Encierro (UNNE) Corrientes.

Breve análisis de las experiencias suscitadas en la primera Diplomatura en Economía Popular en Contexto de Encierro (UNNE) Corrientes. [1]

Lic. Ramírez, Nicolás Miguel
nicolasramirezmiguel@gmail.com

1. Introducción

Esta presentación tiene como finalidad dar cuenta en una primera aproximación de las concepciones del trabajo que se gestan en las experiencias organizativas suscitadas en contexto de encierro, en el marco de las unidades penales de la Ciudad de Corrientes. De esta manera, se pretende determinar los principales indicadores que definen al trabajo en dicho contexto, y su diálogo con los discursos del desarrollo.

El punto de partida de esta investigación, se da en el marco de la primera Diplomatura en Economía Popular en contexto de encierro que llevó adelante la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) en la Unidad penal Nº1 «Penal de la capital» de la ciudad de Corrientes, durante el año 2018, a partir de la demanda y el acompañamiento de la Red de Derechos Humanos Corrientes, y del colectivo Jaha Pora. Participaron internxs que cumplían el requisito de tener sus estudios secundarios completos, pertenecientes a los penales Nº 1, de la Unidad Nº 3 «Instituto Pelletier», de la Unidad Nº 4 «Granja Yatay», y de la Unidad Nº 7, cárcel de procesados varones «San Luis del Palmar», las cuales congregan la mayor población carcelaria de la provincia.

Dicha experiencia permitió entrever la forma en la que se define, jerarquiza y entiende el trabajo en los espacios que legalmente están pensados o imaginados para otra cosa. Por tal motivo se comenzó a explorar la forma en que lxs internxs describen y perciben su situación. Para tal fin se llevó a cabo un abordaje cualitativo, a través de entrevistas semiabiertas con dos o tres referentes por unidad penal que habían participado de la diplomatura, con la pregunta disparadora de qué y cómo se producía en el penal. Es así que, a raíz del análisis de las desgravaciones de las entrevistas, emerge esta descripción.

Es menester establecer que, la cárcel no es entendida exclusivamente como un espacio jurídico, ni un espacio de castigo moral, sino más bien:

[…] una particular constitución cultural en la que el orden social adquiere formas contextuales y específicas, produce representaciones nativas, como así también prácticas y trayectorias que escapan a las estructuras tecnocráticas y permiten modificar su funcionamiento; a la vez que evidencian la creatividad de los grupos e individuos que actúan dentro de estas redes en el espacio prisionizado (Lombraña y Ojeda, 2019, p. 9).

Desde este enfoque, se pone en relieve el aspecto subjetivo de las concepciones del trabajo, buscando dar cuenta de cómo se gestan los procesos de subjetivación en torno al trabajo, entendiendo que las condiciones de encierro son una circunstancia que lejos de aislar a lxs internxs de lo social, por el contrario, genera un proceso particular de sociabilización, donde las estructuras institucionales – juzgados, unidades penitenciarias y familia – juegan un rol fuerte. También aparecen estructuras como las que configuran la relación capital -trabajo que condiciona las formas de ver y su manera de definirlas al mismo.

2. Concepciones del trabajo y diálogos con el desarrollo.

El siguiente apartado constituye una sistematización teórica producto de múltiples aportes desarrollados en torno a la concepción del trabajo, de esta manera se busca vislumbrar lo complejo de dicho fenómeno. Es menester tener presente para el lector, que las afirmaciones alcanzadas hasta el momento no están cerradas o acabadas, son categorías en construcción que contemplan sólo algunas de las múltiples líneas que se pueden abordar en relación al trabajo como fenómeno social.

Es así que, como punto de partida se debe establecer que el trabajo tal como lo entendemos en la actualidad es un concepto construido a lo largo de la historia, es decir, los matices que se contemplan en su concepción son el producto de una yuxtaposición de conceptos que se fueron adosando al mismo, y que hoy día se presenta en la práctica discursiva como un todo absoluto (Hopenhayn, 2001; Meda, 2007).

Esto se refleja a partir de los cambios en la evolución histórica del significado de la palabra en cuestión, siguiendo los aportes de Williams (2003) es posible señalar lo siguiente:

Trabajo: […] Como nuestra palabra más general para referirnos a hacer algo y a algo hecho, su gama de aplicaciones ha sido, desde luego, enorme. En nuestros días lo interesante es su especialización predominantemente para designar el empleo regular y pago (…) Así, el sentido básico de una palabra para indicar una actividad y un esfuerzo o un logro, se ha modificado, aunque de manera dispareja e incompleta, debido a una definición de sus condiciones impuestas, como un “trabajo constante” o con un horario o una paga o un salario: ser contratado (p. 316).

Así, se pasó de un concepto asociado a una pena impuesta, propia de la esclavitud, a uno que conlleva un esfuerzo heredado del afincamiento de la agricultura y, posteriormente, a una actividad para honrar a Dios y a la Patria. De esta forma, da como resultado, un solapamiento de concepciones en la actualidad (Williams, 2003).

No obstante, establecer una historia en torno a la construcción del significado de la palabra trabajo tal como lo entendemos es complejo, lo cierto es que desde su constitución y consolidación el trabajo como fenómeno social, tomó gran relevancia y centralidad en la vida del hombre, constituyéndose como una actividad preponderante, reducida en el mayor de los casos al empleo (Williams, 2003).

Por su parte la economía [capitalista], realizó sus aportes, estableciendo un marco en donde el trabajo, teóricamente en su carácter de empleo, es ofrecido y demandado como otros bienes puestos a disposición en un mercado específico.

Es en este punto donde la crítica de Polanyi K. (2007) se hace presente, puesto que sostiene que el capitalismo basa su estructura en torno a tres mercancías ficticias: dinero, tierra y trabajo. El autor argumenta que las mismas no pueden ser “creadas” como otros bienes para ser vendidas en un mercado, y por lo tanto su constitución como mercancía es problemática. Por ende, la idea de mercados perfectos es falaz, es decir, estas mercancías sólo contribuyen a la creación de una vida u orden social ficticia (Polanyi, 2007).

Por lo tanto, si retomamos la idea del marco inicial, es necesario distinguir al capitalismo de la economía de mercado, siendo esta última una institución anterior a la aparición de la norma de acumulación ilimitada del capitalismo. Es más, su relación e interacción se vuelve estrecha sólo cuando las condiciones de mercado favorecen al objetivo primordial del capitalismo. En caso contrario, para los clásicos estudiosos de la economía: la regulación de mercado – basada en acuerdos sobre todo jurídicos y estatales – puede ser considerada hasta una forma de autolimitación del mismo (Boltanski y Chiapello, 2002).

No obstante, las economías de mercado junto con el capitalismo no cesaron su expiación a lo largo de la historia. Por lo tanto, los mercados, entendidos como aquel espacio en el que la tensión entre una multiplicidad de agentes a cargo de las decisiones se ve resuelto por la transacción resultante de un precio de equilibrio entre oferentes y demandantes, continuaron en desarrollo.

Por otra parte, otro rasgo característico del capitalismo es el régimen salarial, el cual se encuentra compuesto por un gran porcentaje de la población que no detenta capital, para los cuales su único ingreso depende casi exclusivamente de la venta de su fuerza de trabajo. Esto se debe a que los mismos -en la gran mayoría de los casos- no son dueños de los medios de producción, por lo tanto, dependen para desarrollar su labor de las decisiones de quienes sí lo son (Boltanski y Chiapello, 2002).

A esta primera distinción del régimen salarial se le suma otra, que a su vez se constituye como una de las premisas del régimen capitalista, la cual reza bajo falaz evocación de libertad. Así teóricamente, quien ofrece su fuerza de trabajo es libre de escoger o rechazar una oferta laboral, al igual que el capitalista es libre de acatar o no las demandas hechas por el trabajador. No obstante, esta relación de poderes se configura de forma asimétrica, puesto que el trabajador no puede sobrevivir mucho tiempo sin trabajar. Esta modalidad contractual, conocida comúnmente como relación de dependencia, se distingue de la esclavitud o el trabajo forzado porque presupone siempre una cierta dosis de sumisión voluntaria a cambio de determinadas condiciones laborales. Sin embargo, esta no es la única forma de relación laboral existente en el capitalismo. También existen otras modalidades, como ser el trabajo autónomo o a cuenta propia y variaciones contemporáneas que fueron surgiendo al margen de las disposiciones formales del mercado (Boltanski y Chiapello, 2002).

Ahora bien, todos estos factores antes mencionados configuran la forma de ver y entender al trabajo, sumado a los diversos cambios históricos que repercutieron indiscutiblemente en su concepción.

Explica Max Weber que el trabajo adquiere mayor ponderación tras la reforma protestante y la reinterpretación de los textos bíblicos, es así que su concepción peyorativa asociada a la pena, castigo o esclavitud, retrocede ante visiones que vanaglorian el esfuerzo y la austeridad como medio para alcanzar la salvación (Meda, 2007). Del mismo modo, promovida por conversión de las mentalidades que se produjo durante este periodo, para principios del siglo XIX el trabajo no solo se constituía como una obligación, sino que empiezan a entenderlo como una actividad transformadora del mundo, distintivamente humana, ya que a través de esta el hombre produce su medio de vida/subsistencia, que a su vez, lo aleja o diferencia de los animales y su estado salvaje (Alegre y Torres, 2010).

Durante el transcurso del siglo XX el carácter liberador del trabajo retrocede frente a las nuevas perspectivas que lo posicionaban como fuente de derecho y dignidad. El discurso social-demócrata, materializado en el Estado Providencia, rescata la herencia socialista pero en lugar de suprimir el régimen salarial, hacen del salario la vía por la cual se distribuyen las riquezas, entendido este como el medio para alcanzar un orden más justo, logrando de esta forma apaciguar el antagonismo de clase y licuar el conflicto, abriendo así paso a una occidentalización de las realidades latinoamericanas.

Es en este punto en donde la concepción del trabajo se encuentra con el discurso del desarrollo y se inmiscuye con los vestigios moralistas que en él habitan. Aproximándonos así a una occidentalización del concepto de trabajo, promovido por la propaganda de la época. Por su parte, los programas socio políticos impulsados bajo la premisa del desarrollo instauraron una especie de homogeneización: el trabajo se concebía como un medio para un fin, materializado a través de la adquisición de bienes para la mejora de la calidad de vida, la posibilidad de movilidad social y con ello todo lo que viene aparejado a nivel socio cultural como el prestigio, aceptación, referenciación, superación, etc. Para entonces el trabajo empieza a entenderse como fuente de progreso, centro y orden de la vida social, medio por el cual uno adquiere carácter de ciudadano, en término éticos y morales (Escobar, 2007).

De esta forma, el trabajo se constituye como una tecnología de control que establecía un imaginario del mundo, en donde los antagonismos desarrollo / subdesarrollo se inmiscuye e instauran las bases para entender la labor, y con ello el sacrifico, esfuerzo, dignidad, como medio por el cual uno podía moverse de este primer estadio desfavorable hacia uno que prometía mejores condiciones de vida ciudadana (Escobar, 2007).

Por lo tanto, considerando toda esta herencia, en la actualidad se nos presenta un escenario en el cual la concepción del trabajo se encuentra plagada de ambivalencias, en donde conviven distintas concepciones históricas, desde la pre modernidad hasta la modernidad, desembocando en la posmodernidad con un mundo en el que cada vez se hace más presente la informalidad, precariedad, el subempleo y variadas formas de flexibilización laboral (Hopenhayn, 2001).

Esto se agrava aún más si se toma en consideración el avance tecnológico, el afianzamiento de la sociedad de consumo, sumado a los cambios correspondientes del modelo de acumulación y el modo de producción, lo cual se traduce en un constante aumento del desempleo.

3. Breve desarrollo analítico

En el presente apartado se aborda el correspondiente análisis en torno a las concepciones del trabajo esgrimidas en el proceso que conlleva para lxs internxs estar privados de su libertad dentro de unidades carcelarias, y de esta forma, se buscará dar cuenta del rol que juega el discurso del desarrollo en la gestación de subjetividades.

3.1 Concepciones del trabajo en contexto de encierro y sus diálogos con el desarrollo.

Para comprender en profundidad el fenómeno que se gesta en torno a las concepciones del trabajo, es importante en primer lugar contemplar las implicancias que se ven reflejadas en el trasfondo del discurso expresado por lxs entrevistadxs. Para, de esta forma, lograr una aproximación a las concepciones en torno del trabajo en contexto de encierro.

Como cuestión medular la noción de pena juega un rol ponderado a la hora de configurar las representatividades. La benignidad de la misma, como lo expresa Foucault (2015), tiene una estrecha relación con la definición que lxs entrevistadxs exponen de las experiencias vividas durante su estadía en las unidades penitenciarias. Esto se debe a que la pena se funda del diálogo entre delito / castigo. Esta relación se materializa en una fuerte noción de deuda social, fenómeno que inevitablemente repercute en las concepciones del trabajo (Foucault, 2015). En una charla mantenida con unos de los internos de la Unidad Nº 4[2] se puede vislumbrar lo antes mencionado “Porque la meta es llegar a pagar lo que nos equivocamos con la sociedad y bueno decir “salgo sano”. Pero no sano de cuerpo, sano de la cabeza, sano de la cabeza porque la cabeza [ademanes que indican importancia]” (Entrevistado 2).

Esta noción de deuda, viene adosada a un aspiracional modelo a seguir de Hombre occidental, responsable, pulcro y rutinario. Ideal que, en cada unidad penal se busca recrear con estrictas rutinas diarias, que consisten en despertar al alba, ordenar sus espacios de residencia, dar presente en el conteo, asearse –barba corta y cabello prolijo-, desayunar y encarar sus responsabilidades diarias, las cuales se alternan, entre estudio, empleo formal [condición de pocos] y funciones designadas de manera informal a cambio del peculio[3] que cada interno percibe.

Concomitantemente, las concepciones del trabajo en cuanto construcciones socio culturales, se ven directamente influenciados por las instituciones que atraviesan la vida del sujeto, y además, también tienen una vinculación con la red en la cual se ven inmersos los agentes (Latour, 2007).

Para distinguir con mayor claridad la afirmación precedente es necesario, en principio, vislumbrar la concepción de trabajo esbozadas sobre sus labores previas, como lo comenta durante nuestra charla uno de los internos de la Unidad Nº7[4] “(…) mi padre trabajaba para Tato [Ex Gobernador de Corrientes], entonces me metió con él, porque ya no me pudo frenar mi papá porque vivía haciendo macana yo, y me metió a la política. Nos empezaron a enseñar cosas de gente grande y empezamos a trabajar como sicarios para esa gente (…)” (Entrevistado 1).

Como se puede apreciar en el fragmento anterior, la concepción del trabajo tiene una estrecha vinculación con las condiciones inmediatas del contexto en donde se transita, es decir, su hábitat terrenal y su horizonte decisional influyen en el conjunto de aspiraciones y valores compartidos. Además, las redes sociales inmediatamente instalan una imagen a seguir, a la cual se referencia como gente grande asociada a la experiencia y vista como vehículo para alcanzar otro estadio ya sea conductual o material (Gonzáles Gasques, 1989).

Retomando la idea inicial, una vez restrictxs de su libertad, el sistema penitenciario funciona como una herramienta de control y corrección que influye en la forma de concebir al trabajo, pero su matriz no se ve mellada, es decir, al principio rector del trabajo como un medio para alcanzar un mejor estadío e internalizar determinadas normas de conducta, se le suman las nociones de trabajo digno y honrado. Esto se refleja en las expectativas expresadas por lxs internxs, como se aprecia en la siguiente afirmación de otro de los entrevistados en la Unidad Nº7 “Todo lo que sea la idea de trabajo honrado como se dice, yo creo que él [señala a su compañero] y yo estamos para eso” (Entrevistado 1).

Ahora bien, es válido preguntarse ¿en qué varían las concepciones del trabajo antes y después del tránsito por las unidades penales? A priori se puede aproximar que la configuración resultante entre la pena / castigo, repercute de forma directa en las concepciones del trabajo. Dicha actividad se posiciona como la forma o medio a través del cual saldar la deuda social y alcanzar un mejor estadío dentro de los marcos institucionales previstos, lo cual implicaría que el régimen salarial se presenta como un ideal, un medio a través del cual sobreponerse a esta instancia. No obstante, en una condición donde las actividades son restringidas y las tecnologías de control se conjugan para posicionar al trabajo en un orden ponderado, se torna importante dirigir la mirada hacia el rol que juegan las instituciones sobre el sujeto, que concibe al trabajo como un medio por excelencia a través del cual desarrollarse/progresar. Esto se debe a que tiene un impacto en las evaluaciones de conducta y en la obtención de ciertos privilegios, como ser salidas transitorias o conmutación de la pena, entre otros. A lo que se apunta es que, en términos concretos, nuevamente por el afán de conseguir su cometido [un trabajo digno según lo establezcan las instituciones o autoridades] se dispone a aceptar posibilidades que lo circunscriben a un escenario similar al que los llevó a estar recluido.

Esta paradoja nos remite a pensar que el fin último de las instituciones carcelarias no pareciera ser la “adaptación” del sujeto a un marco social determinado, sino más bien una enajenación, acompañado de una vil reconfiguración del discurso, que responde a vestigios de otros tiempos, en donde las instituciones como la Familia, las Normas, el Credo y el Empleo ocupan un lugar beatificado.

Concluyendo, del solapamiento de definiciones que se suscitaron a lo largo de la historia y la influencia de discursos como el del desarrollo, dieron como resultado, por un lado, un concepto de trabajo que segrega o atomiza las actividades laborales, estableciendo las condiciones y prestaciones del empleo como un ideal universal en donde se justifican explotaciones en pos de alcanzar esta aspiración. En otros términos, poseer un trabajo socialmente aceptado, digno y honrado, se constituye como lo ideal, por ende, lo necesario para saldar la deuda social, realizarse como persona, aportar a la comunidad, etc.

Lo particular reza, si se nos permite generalizar, en torno a que los trabajos que realizaban alguno de lxs entrevistados previo a su estadía en las unidades penitenciarias, se sustentan de las mismas lógicas de las cuales parten las actividades aglomeradas o entendidas como trabajo socialmente aceptado, digno y honrado. De las que se pueden identificar las siguientes premisas básicas, como ser:  (A) trabajo como medio de subsistencia, es decir, una forma de ganarse la vida; (B) trabajo según la lógica del desarrollo, en otros términos, se define al trabajo como un medio por el cual uno alcanza su carácter de hombre/ ciudadano/ sostén y con ello todo lo que viene aparejado en términos de consumo y referenciación social; (C) Actividades contempladas según un marco determinado, adquieren sentido por el contexto y signadas por el núcleo de relaciones sociales próximas, esto quiere decir que en algunos casos lo que se entiende por trabajo para otros casos no.

Por lo tanto, lo que se suscita en torno al imaginario es que, ciertos trabajos se ven invisibilizados o criminalizados por la naturaleza de su actividad en cuestión. Lo curioso puede ser que, a pesar del lugar en que se ubique dicha actividad dentro del amplio espectro de posibilidades laborales, comparte premisas similares, entre quienes no poseen más que su propia fuerza de trabajo para ofrecer en un mercado.

De esta forma, el intento por instaurar un concepto de trabajo universal [homogéneo], con cierto tinte moral y vestigios del desarrollo, deja por fuera un universo de posibilidades y signan el imaginario de lo que se denomina comúnmente como trabajo. Esto da como resultado una concepción escueta, con marcados tintes punitivos o correctivos y de clase.

4. Conclusiones

En base a lo ya recorrido se puede apreciar que el trabajo desde la perspectiva del desarrollo, tomado en cuenta el binarismo civilización/naturaleza y situándonos en el marco que establece la economía capitalista, se concibe como una actividad distintivamente humana, mediante la cual, una persona alcanza su “máximo desarrollo” civilizatorio, incorporando pautas conductuales y accediendo a determinados ámbitos de consumo. Sin embargo, no cualquier trabajo es socialmente aceptado. En este caso pareciera establecerse un escenario hipotético muy particular, en el cual se sitúan en cada punta un conjunto de actividades: en un extremo el empleo, por otro lado, alguna actividad con cierta impronta delictiva y en el centro una divisoria cargada de prácticas y discurso morales, con ciertos vestigios del desarrollo. En donde el único horizonte pareciera ser la aprehensión de estas prácticas para alcanzar un despliegue cívico aceptable, es decir, acercarse al extremo del empleo sin escatimar bajo qué condiciones.

Aquí es donde se cuela a escena una nueva pieza: la economía popular, la iniciativa que dio origen a esta serie de encuentros y entrevistas. Esta posibilidad, que ya funcionaba antes de que se dictarán los Talleres mencionados al principio, se presenta como un medio que nace al margen de las disposiciones legales dispuestas por las unidades penales. Permitiendo tejer redes y nuevas posibilidades, que mutan las concepciones del trabajo y corroen los cánones de dignidad/honestidad, entendiendo esta categoría como una subjetivación deliberada y signada por la lógica institucional punitiva, que por lejos no tiene como fin una intención integradora. Es decir, solo influye por sobre las concepciones del trabajo y las dota de contenido moral. Pero el resultante de estos mecanismos correctivos contrasta con el sinfín de barreras que el sistema penitenciario en general impone para lxs internxs y su desarrollo como ciudadanos.

Por tal motivo, es menester propiciar la gestación de nuevas subjetividades en diálogo con la noción de integración, pero por fuera de los términos que dispone la antigua categoría. Así, intentar construir desde los márgenes participación real en torno a nuevas posibilidades de organización y trabajo.

De esta manera, dotar a lxs internxs de herramientas genuinas que pongan en relieve la actividad en general, por sobre antiguas categorías de trabajo procurando sembrar bases para debates futuros, buscando quebrar las lógicas que signan el contexto / marco contribuyendo a la gestación de nuevas posibilidades dentro del horizonte decisional de los diversos agentes, resaltando la importancia de pensar colectivamente y en cara a otras formas de organización posibles.

Bibliografía 

  1. Alegre, Javier y Torres, Dolores. (2010). Hechos y des(h)echos en el trabajo. Exploración sobre conceptos y prácticas laborales. Chaco, Argentina.
  2. Boltanski, Luc y Chiapello, Éve (2002) El nuevo espíritu del capitalismo. Edición traducida al Castellano por Editorial Akal.
  3. Callon, Michel. (1998). Los mercados y la performatividad de las ciencias económicas. Traducido de: The embeddedness of economic markets in economics. Oxford: Backwell.
  4. Escobar, Arturo. (2007). La invención del tercer mundo. Construcción y destrucción del desarrollo. Caracas, Venezuela.1º ed. Fundación editorial el Perro y la Rana.
  5. Foucault, Michel (2015) Vigilar y Castigar: Nacimiento de la Prisión. Buenos Aires, Argentina. – 2ª ed. 6ª reimp. – Siglo Veintiuno Editores.
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  7. Hopenhayn, Martin. (2001). Repensar el trabajo. Historia, profusión y perspectivas de un concepto. Buenos Aires, Argentina. Editorial Norma.
  8. Latour, Bruno. (2007). Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Buenos Aires, Argentina. 1º ed. Siglo XXI Editores.
  9. Lombraña, A., & Ojeda, N. (2019). Etnografías del encierro: estudios contemporáneos del campo penitenciario. Etnografías contemporáneas. Páginas 7-12.
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  11. Polanyi, Karl. (2007). La Gran Transformación. Crítica del liberalismo económico. Madrid, España. Reedición en formato PDF. Quipu editorial.
  12. Raymond, Williams. (2003). Palabras Claves: un vocabulario de la cultura y la sociedad. Buenos Aires, Argentina. Edición Nueva Visión. Recuperado en: http://goo.gl/gpdEie

Notas

[1] .Ensayo elaborado para el trabajo final del Seminario Antropología & Desarrollo – PPAS 2020.

[2] .Entrevista realizada durante el mes de abril del 2019 en las instalaciones de la Unidad Nº4 conocida comúnmente como «Granja Yatay» o “La Granja”.

[3] .Peculio: dinero que perciben las personas privadas de su libertad, con el objetivo de hacer frente a cualquier gasto eventual. En 2019 rondaba el monto estimado de $800 (ochocientos pesos) dependiendo de los arreglos informales establecidos en cada Unidad entre internxs y personal penitenciario.

[4] .Entrevista realizada durante el mes de mayo del 2019 en las instalaciones de la Unidad Nº 7 conocida como “Anexo San Luis del Palmar”.